domingo, 2 de junio de 2013

Pequeñas dosis de magia

Todos tenemos nuestros pequeños placeres, pequeñas cosas que nos sacan una sonrisa, que nos alegran el día, pequeñas dosis de magia que nos iluminan.
¿Qué sería de nosotros sin magia?

Uno de los pequeños lujos que me permito cada día es mirar. Ver, no. Mirar.
No es lo mismo. 
Me gusta mirar: ser consciente de lo que estoy viendo.
Viajando, siempre estamos atentos a todos los detalles y podemos ver las maravillas que esconde cada sitio sin apenas esfuerzo, porque es para lo que vamos. Pero no solemos ser atentos. Solemos andar sin prestar atención, concentrados en no llegar tarde, en una conversación, o en nuestros pensamientos.
Hace tiempo me surgió una duda ¿Por qué todo lo de fuera me parece precioso y el lugar donde vivo no me lo parece? Y salí a la calle y miré. Miré lo que veo cada día sin apenas fijarme. Miré también hacia arriba, hacia la parte alta de los edificios. Y vi cosas preciosas. Cosas preciosas que están ahí desde siempre y que nunca había mirado.
Desde entonces me he aficionado mucho a fotografiar la parte de arriba de los sitios.
Estamos tan acostumbrados a ver y a dirigir la mirada al suelo, que no nos molestamos en levantar la cabeza y descubrir que hay más mundo ahí arriba. Pero existe. Y a mí me encanta distraerme mirándolo. Es uno de mis pequeños placeres.

Y me encanta fotografiar los sitios que miro...


Además de mirar hacia arriba, me gusta mirar con amor. Es decir: buscando la parte bonita de todas las cosas. Intentando contemplar arte en cada cosa que miro. Sea un lugar, un objeto, o una nube.
Pienso que, si este es el mundo que nos ha tocado, debemos sentirnos a gusto e intentar admirarlo.
Todo es precioso.


Otro de mis pequeños placeres es componer, crear, ya sea un escrito, un dibujo o una canción.
Cuando compongo algo, entro en trance. Intento plasmar lo que siento, mi yo interno, mi mente, mis sentimientos. Siento que, a partir de mí, ha nacido algo nuevo. Algo que es 100% yo.

Es quedar desnuda. Sincerarme con un papel o las cuerdas de una guitarra. Lo que compongo sabe más sobre mí que cualquier persona, por mucho que me conozca. Guarda mi alma. Es un trozo de mis sentimientos. Y siento que si alguien ve lo que he compuesto... está viéndome tal cual soy, sin apariencias ni prejuicios. Y también siento que no podrá entenderlo del todo si no conoce el por qué lo he hecho o qué sentía.

Hace unos años escribía muchísimo cosa que, no sé realmente por qué, he ido abandonando. Este año me he dedicado a componer canciones, tendré unas tres o cuatro. Y, cuando me enfado, cojo un papel y expreso todo mediante dibujos y símbolos. No me esmero en el resultado, solo en dejar que los sentimientos fluyan y salgan de mí.

Dibujar a partir de otras obras también me resulta mágico, pero no tan mágico como el placer de saber que lo que estoy haciendo ha sido fruto única y exclusivamente de mi imaginación.


Obra impresionista de Monet



Sonreír también es un placer. Poder sonreír de felicidad, e incluso poder sonreír aun estando triste.  Sonreír, desde mi punto de vista, es esperanza, amor y fuerza. Una persona sin sonrisa es una persona vacía y, para mí, estar vacía es de las peores cosas que pueden ocurrirme.

Y el último placer que voy a comentar y que viene influido por la sonrisa... el sarcasmo. No te das cuenta de lo mucho que vale hasta que se te hace imposible utilizarlo. Laura Galindo sabe bien de lo que hablo. En el sur de España, sobre todo, somos muy dados al sarcasmo. Es una forma de expresión, de buen humor... y bueno, un poco de burla, pero sin ánimo de ofender.

Digo que Laura sabe bien de lo que hablo porque este verano fuimos a Granadilla con una beca. Granadilla es un pueblo abandonado e íbamos para reconstruirlo, supuestamente... y el "supuestamente" nos lleva a otra historia que no es momento de contar. 
El caso es que, hasta ese momento, no nos habíamos dado cuenta de lo acostumbradas que estábamos a hablar sarcásticamente. Ejemplo:

(Se cae el bol de la sal en la ensalada y al final de la cena...)
Yo: Pues yo creo que le faltaba sal a esto, ¿eh?
El chaval que derramó la sal: ¿QUE LE FALTABA SAL? Pero.. pero si se me cayó toda la sal en la ensalada, como puedes pensar que... ¿en serio crees eso?

El chaval muy serio e incluso sorprendido de lo que yo había dicho. Era del norte, claro.
En los últimos días, me hice un precioso cartel como el de Sheldon Cooper en The Big Bang Theory:


Y lo usé mucho. De verdad.


Pero, sin duda, el mejor placer de todos es el hecho mismo de sentir placer. Si todo fueran placeres, no les daríamos una mayor importancia. Pero el hecho de que haya otras cosas que no nos resultan placenteras, hace que los placeres existan. Destacan sobre el resto. 
Y ahí reside la magia.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Filosófame como tú solo sabes.